La urticaria solar es una variante rara de la urticaria. Se manifiesta por la aparición súbita de ronchas (que se observan similares a picaduras de insectos)  y /o áreas de enrojecimiento de la piel asociadas a picazón. Estas lesiones aparecen en aquellas zonas de la piel que habitualmente se mantienen cubiertas por las prendas de vestir, tras exponerlas a la radiación  solar u otras fuentes de luz artificial.

En la mayoría de los casos la erupción no afecta la cara y las manos, que son áreas “acostumbradas” a la exposición solar/lumínica.

Las lesiones, ronchas y /o enrojecimiento, suelen acompañarse de picazón y/o sensación de quemazón. Suelen desaparecer rápidamente (minutos a horas), tras cesar la exposición a la luz responsable de la erupción.

Las lesiones son idénticas a las que se aprecian en otros tipos de urticarias: ronchas o habones evanescentes (desaparecen a las pocas horas), pero la diferencia está en que en la urticaria solar sólo aparecen tras una exposición solar u otras fuentes de luz.

La afección comienza generalmente en la juventud y es más frecuente en las mujeres, pero puede ocurrir en todas las edades y ambos sexos.

Para la prevención se aconseja evitar la exposición entre las 10 y las 16 horas en época estival, uso de sombrero de ala ancha y ropas protectoras (manga larga y pantalón largo).

Para su tratamiento se recomienda en todos los casos realizar una consulta con el médico dermatólogo. Este, en la mayor parte de los casos, consiste en el uso de protectores solares de amplio rango de cobertura que se deben colocar media hora antes de la exposición y se deben renovar cada 2 a 3 horas. También se sugiere el uso de antihistamínicos (antialérgicos) antes de la probable exposición, que son útiles para disminuir la picazón y las ronchas. El uso de fototerapia basado en la exposición a una luz ultravioleta artificial iniciada a dosis muy bajas y repetida a dosis progresivamente crecientes puede ayudar a inducir tolerancia.

Debe advertirse que con los cuidados mencionados puede ocurrir disminución de la vitamina D, por lo que ésta debe controlarse regularmente y suplementarse en caso de déficit, mediante el uso de medicamentos o el consumo de alimentos que contienen dicha vitamina en abundancia: aceite de pescado, huevos, carne, alimentos lácteos fortificados, por ej.)